Con esta solemnidad, la Iglesia rinde culto público, adoración, gloria y amor a Jesús, verdaderamente presente, de manera substancial, con todo su cuerpo, alma y divinidad en las especies del pan y el vino. Esta gran fiesta pone de manifiesto el significado que le dio el Concilio Vaticano II a la Eucaristía: “La Eucaristía es la “fuente y culmen de la vida cristiana” (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 11).” Es, precisamente, la Eucaristía la que da plenitud a los sacramentos y se convierte en una acción de gracias humana a su Creador, tal, como en algún momento lo expresó Benedicto XVI.